ENCONTRE POR AHI ESTE MATERIAL QUE ME PARECIO MUY IMPORTANTE:
MANIFIESTO
SECPAL-MALLORCA
Por una clínica que acoja la experiencia espiritual del ser
humano, en el final de su vida
CREEMOS
1.
En
el ser humano, en su dignidad intrínseca y en su
riqueza y complejidad. Un ser cuya naturaleza
biológica, psíquica, social, moral y espiritual, le convierten en un regalo
de la vida y para la vida.
2.
Que
la experiencia de sufrimiento es
claramente universal y que puede intensificarse en las fronteras del final de
la vida. Su existencia se convierte para los profesionales en un desafío
técnico y en un imperativo moral, que
exige no mirar para otro lado.
3.
Que
la espiritualidad es también otro universal humano y que negar en la
práctica nuestra naturaleza espiritual para el trabajo clínico, se convierte en
un claro factor de deshumanización.
4.
Que
las distintas tradiciones espirituales
ofrecen un vademecum de excepción
todavía infrautilizado. En todas ellas, compatible con su rica diversidad,
aflora una manera de estar -presencia-,
de acoger al otro -hospitalidad- y
de acción comprometida para aliviar su sufrimiento -compasión-.
5.
En
la capacidad del ser humano de afrontar
la experiencia de muerte, no sin dificultades, pudiendo abordarla desde la
negación, la resignación o la rabia, pero también desde la aceptación confiada que
conduce a un nuevo espacio de conciencia
trascendida de la realidad.
CONSIDERAMOS
1.
Que
una concepción integral e integradora de
las distintas dimensiones humanas,
por un lado, pertenece a la raíz de los
cuidados paliativos y, por otro, representa un reconocimiento práctico de la
dignidad de la persona. No contemplar en nuestros pacientes la variable
espiritual, tanto en sus necesidades como en sus recursos, supone también
traicionar los fundamentos y la
metodología de trabajo de los cuidados paliativos.
2.
Que
la espiritualidad no es patrimonio de
los cuidados paliativos ni de ninguna otra orientación o especialidad
terapéutica. Eso sí, debería ser especialmente cuidada en aquellos ámbitos en
los que la experiencia de sufrimiento es muy significativa y en los escenarios
de fragilidad, dependencia, cronicidad o la posible y cercana experiencia de
muerte.
3.
Que
la experiencia del morir es única e
idiosincrática en cada ser humano. No obstante, las tradiciones espirituales,
la experiencia clínica y -hoy cada día más- la investigación, nos aportan mapas
que facilitan conocer y atravesar el territorio, itinerarios posibles y comunes que el paciente
pueda elegir y por los que nos pida, desde el más profundo respeto, ser
acompañado.
4.
Que
los profesionales de Cuidados Paliativos tenemos el apasionante reto de vincular ciencia y espiritualidad, rigor
metodológico y creatividad, subjetividad en la expresión y objetividad en la
escucha, meta análisis e inspiración a fin de ir generando y mejorando
herramientas de evaluación y de
acompañamiento espiritual, válidas y fiables y de utilidad clínica. No
sirve sólo la buena voluntad.
5.
Que
la herramienta por excelencia para la buena praxis es la propia persona del profesional y su compromiso
en estar y no huir, en acoger la realidad del otro -bañada en desesperación o
en esperanza- y en realizar un acompañamiento auténticamente compasivo. Estas actitudes, junto con el necesario autocuidado en su personal dimensión
espiritual, serán la mejor garantía para un buen acompañamiento.
APOSTAMOS
1.
Por una comprensión de la espiritualidad en clave relacional, lo que nos invita a
profundizar en una mirada intrapersonal,
interpersonal y transpersonal de la condición humana y en un desarrollo más
elaborado de nuestra capacidad de introspección,
de comunicación / deliberación y de contemplación.
2.
Por
una visión amplia y plural de la
espiritualidad, que permita hacer presente las perspectivas filosófica / existencial, axiológica,
religiosa o cualquier otra que respete la diferencia de cosmovisiones y el
derecho a las mismas.
3.
Por
una actitud clara de no huida de la
necesidad de prevenir y tratar el sufrimiento evitable y de acompañar aquel
sufrimiento que -fruto de la condición humana o de la amenazante presencia de
la muerte- no pueda ser evitado.
4.
Por
impulsar el compromiso de las
Instituciones, Equipos y Profesionales en incorporar explícitamente el
abordaje de la dimensión espiritual en
el quehacer clínico con las personas al final de la vida y sus familiares.
5.
Por
fomentar la formación de nuestros profesionales en
evaluación y acompañamiento espiritual, lo que supone un replanteamiento de
conocimientos, habilidades y actitudes y un afrontamiento del miedo -del paciente y del nuestro propio- para un
mejor aprovechamiento del encuentro
clínico, una de las puertas privilegiadas para acceder a la dimensión
espiritual de aquel que sufre y del que le acompaña.
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