sábado, 25 de mayo de 2024

ESPIRITUALIDAD Y ATENCION EN SALUD III EL FALLECER I

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LA MUERTE

"En nuestra sociedad tecnológica y secularizada, la muerte es a menudo fracaso y punto final. Tratamos de posponer su llegada por todos los medios y, cuando al fin nos alcanza, nos resignamos a ella con sentimientos de fracaso, vergüenza, derrota o agotamiento.

 

Pero según las tradiciones espirituales, la muerte es sólo el cese de una forma de existir y el paso o la transformación de aquel ser a otra dimensión. Más aún, para dichas tradiciones, esa otra dimensión es la “REALIDAD REAL” con mayúsculas: el origen y destino final de nuestra existencia.

 

Desde esta perspectiva espiritual, entonces, la muerte no es un punto y final más allá del cual no habría nada, sino un paso, una transición. La proximidad de la muerte inaugura, pues, un proceso activo que implica a la persona en todas sus dimensiones y también a su entorno. El tiempo de morir es activo y tiene un valor.

 

Lo cierto es que los valores espirituales, cambian la mirada que dirigimos a la muerte. Desde esta perspectiva, la muerte es un misterio, pero no un absurdo. No es una tragedia, sino la ocasión de un despertar. Esta experiencia de transformación puede ser vivida por el paciente al final de la vida desde una dimensión transhistórica y que no necesariamente esta vinculada a lo religioso.

 

Más allá de los síntomas perceptibles, la persona que está muriendo se ve frecuentemente ante un proceso de:

 

– Introspección.

– Reflexión sobre el sentido de la vida.

– Preguntas sobre la posibilidad de un más allá.

– Balance de los valores vividos y de adónde le han llevado.

– Puesta en orden de todos sus asuntos.

– Sentimiento de unidad y valoración en su intimidad por los demás.

– Posibilidad de comunicarse, perdonar, amar, despedirse de los suyos.

– Superación del miedo, aceptación de su situación, transformación del sufrimiento.

 

Morir supone, pues, un arduo trabajo interior, realizado con más o menos consciencia. Supone, en muchos casos, una agudización de los sentidos, de las emociones, una resignificación de las relaciones, una especie de parto de sí mismo, hacia el verdadero YO.

 

Cuando el sistema sanitario no reconoce las distintas necesidades de la persona que afronta la muerte y se centra en los aspectos puramente somáticos de la enfermedad con una actitud “curativa”, se produce un sufrimiento iatrogénico, y una probable obstinación terapéutica, que afectan negativamente tanto al enfermo, como a las personas vinculadas emocionalmente con él y al propio equipo sanitario que se distancia del sentido de su vocación y misión. El modelo basado en una concepción puramente biológica del enfermo, que aun impera en la mayoría de servicios sanitarios, es una de las mayores barreras al desarrollo de la atención humanizada del proceso de morir."

 

E. Benito., J. Barbero., M., Dones. (2014) Espiritualidad en Clínica Una Propuesta de Evaluación y acompañamiento Espiritual en Cuidados Paliativos. Monografias SECPAL N° 6.

 

"Así pues, lo que importa no es el sentido de la vida en términos generales, sino el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado”. Y se pregunta respecto del sufrimiento:

 

“¿Qué sucede cuando este sufrimiento se convierte en un destino y resulta imposible modificarlo?”.

 

A su juicio, “hay que aceptarlo (…), el sufrimiento adquiere entonces un sentido (…) que consiste en la actitud con que nos enfrentamos al mismo, en cómo lo aceptamos: en ese ‘cómo’ se encuentra la posibilidad de alcanzar un sentido y conferírselo a nuestra vida”. En palabras de Nietzche (1984):

 

 “Quien tiene un por qué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”.

 

 Y Marie De Hennezel refiere:

 

 “Cuando la muerte está próxima, cuando reinan la tristeza y el sufrimiento, todavía es posible encontrar vida, todavía puede haber alegría, sentimientos y cambios del alma de una profundidad y de una intensidad tales, como no se habían vivido nunca antes”.

 

A pesar de ello, cierto es que no hemos de vernos tentados, en el acompañamiento a personas que sufren, a generar situaciones de “encarnizamiento moral”. Haciéndonos eco de las palabras de Barbero:"

 

“Debemos evitar “caer en la fantasía y la voluntad de dar a cualquier precio un sentido al infortunio”.

 

Mate, J., Bayés R.,González-Barboteo, J.,Muñoz S., Moreno F.,Gómez-Batiste, X., (2008). ¿A qué se atribuye que los enfermos oncológicos de una unidad de cuidados paliativos mueran en paz?. PSICOONCOLOGÍA. Vol. 5, Núm. 2-3, 2008, pp. 303-321


Taoly 

Sanchezky

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